La Red de Investigación de Religión en la Sociedad, a través de sus congresos, revistas, libros y comunidad online, busca describir, analizar e interpretar el papel de la religión en la sociedad. El proyecto intelectual de la Red de Investigación es neutral respecto a las agendas y creencias de las religiones particulares y de los contrapuntos explícitos a la religión, tales como el agnosticismo y el ateísmo.
No es que la religión y la espiritualidad sean, en su esencia, temas neutrales de discusión. De hecho, la religión es uno de los temas más posicionados en todas las discusiones, ya que la religión busca proveer de significado al mundo. La espiritualidad es una fuente última de interés. La religión aporta una narración de los orígenes humanos, responsabilidades y destinos. Busca explicar la naturaleza del ser y proporciona un marco conceptual para interpretar la acción humana conforme a los principios del bien y del mal.
La posición de la religión no es sólo intensiva, sino que también es trascendental. La religión lucha por sobrepasar las realidades mundanas para atisbar significados más profundos que no siempre resultan evidentes en medio de lo ordinario de la experiencia cotidiana. Todo esto es aplicable a las religiones en general. Respecto a las religiones en particular, la diversidad es tan amplia como las experiencias culturales o los seres humanos.
Los pueblos indígenas o aborígenes practican una amplia gama de religiones inmanentes, incluyendo las diversas variantes del totemismo, animismo, culto a la naturaleza, shamanismo y culto a los ancestros, y esto, quizá durante los cien mil años o más de la existencia del hombre como especie. La religión, entonces, estaba menos separada institucional, espacial y temporalmente de lo que ha estado en momentos posteriores de la historia humana. El sentido religioso estaba profunda e íntegramente unido a la esfera social y material, basado en la creencia en la inmanencia pervasiva de los poderes espirituales en la naturaleza y los asuntos humanos.
Desde hace cinco mil años, los modos religiosos adoptaron una forma de narrativa textual radicalmente nueva, en conjunción con las revoluciones en la agricultura, la domesticación de los animales, el inicio de la vida sedentaria y el surgimiento de las ciudades, la invención de la escritura y desigualdad entre clases económicas no institucionalizada. Las nuevas religiones no son, por lo general, inequívocamente monoteístas (ya que la mayoría de los sistemas monoteístas de divinidad suelen tener diversas figuras y profetas o santos deificados). Tampoco son simplemente politeístas (ya que los sistemas politeístas de divinidad suelen tener jerarquías de dioses mayores y menores). Sus características principales son la solidificación progresiva de la expresión religiosa en textos sagrados, edificios sacralizados y la formación institucional en una clase de intérpretes sacerdotales e intermediarios. Los modos comunes de sentido de las religiones de esta segunda fase se extienden en ocasiones hasta orígenes comunes compartidos, narrativas y personajes.
El sentido religioso experimenta un tercer giro paradigmático con la llegada de la modernidad. Más precisamente, un nuevo modo de espiritualidad emerge en un universo de sentido paralelo, junto con la persistencia de los otros dos. Por primera vez en la historia humana, la modernidad proporciona un sistema alternativo de sentido que es arreligioso, basado en una mescolanza epistemológica de ciencia, ley civil, progreso económico, materialismo y racionalismo. Al mismo tiempo, el ateísmo y el agnosticismo surgen como contrapuntos a la religión.
La religión, sin embargo, persiste en las formas características de estos tres momentos universales de la donación de sentido. Las interpretaciones modernas y liberales de las religiones de la segunda fase reinterpretan las cosmologías sagradas como metafóricas y, por tanto, no incompatibles con la ciencia. Realizan relecturas de narrativas sagradas a la luz de las aspiraciones éticas de la modernidad, como igualdad de género, ciencia genética, no-violencia y bienestar material para todos. El giro es tan profundo que estos modos de religiosidad podrían definirse como de tercera fase.
Mientras tanto, otros insisten en mantener las verdades de la religiosidad propia de la segunda fase. En la práctica, recurren a medios como el literalismo textual, el fundamentalismo religioso y la educación basada en la didáctica religiosa. El abismo entre la religiosidad liberal y fundamentalista en la modernidad es en ocasiones tan grande como el existente entre religiosos y antirreligiosos. Y, añadiendo otra capa a la complejidad actual, las religiones aborígenes persisten y prosperan, dado que aumentan los partidarios de las religiones inmanentes en la New Age y otras espiritualidades semejantes.
Hoy, la búsqueda del sentido sólo puede describirse como una escena de pluralismo sin precedentes. Ante esto podemos reaccionar de diferentes maneras. Podemos asumir el pluralismo como un valor moderno y luchar para mantener significados compartidos y la harmonía y diferencia en la tierra. O podemos considerar el pluralismo como una fuerza que mina la integridad de la religión y, con ello, el modo característico y distintivo de los modos de vida específicos. Desde esta perspectiva, el pluralismo es un aspecto de la modernidad al que hay que oponerse.
El enfoque de nuestros congresos, revistas, libros y de la Red de Investigación busca la mayor amplitud posible en el campo de los estudios religiosos. Todos estos foros buscan crear un espacio donde estén representados y cada uno de los puntos de vista sobre la religión y la espiritualidad en la sociedad. También buscamos la mayor inclusión interdisciplinar posible. Los enfoques abarcan un rango que va desde las perspectivas intrarreligiosas a las pan-religiosas o de religiones comparadas, pasando por lecturas no religiosas ―empíricas o teóricas― sobre el rol de la religión y la espiritualidad. Sobre todo, proveen espacios para el diálogo abierto sobre las fuentes del sentido básico o esencial.